La presente entrada trata de resumir los contenidos a ver en esta última semana de Abril.
Cuando Colón descubre América (12-X-1492), España acababa de terminar el proceso de reconquista, y se encontraba empeñada en una carrera con Portugal para encontrar la ruta más corta a las Indias Orientales.
El interés por llegar en el menor tiempo a esos lejanos territorios era fundamentalmente económico: beneficiarse del comercio de las especias (productos para condimentar y preservar los alimentos).
El interés de España también era religioso, tomar contacto con un pueblo presuntamente cristiano, que desde tiempos de Marco Polo se decía era gobernado por un Khan amante del nombre de Cristo.
Mientras se pensó que lo descubierto por Colón eran las Indias Orientales, el objetivo de los Reyes Católicos fue establecer una colonia agrícola en la isla Española y trocar con los naturales mercaderías a cambio de oro, plata , perlas. Esta apetencia por los metales preciosos no puede sorprender porque nos encontrábamos en los orígenes del mercantilismo, doctrina política económica que identificaba la riqueza con la acumulación de metales preciosos. Cuando recién se inicia este comercio de trueque, los únicos beneficiarios eran los reyes y Colón, quienes se habían asociado en la empresa colombina por medio de las Capitulaciones de Santa Fe (14-IV-1492). Cuando los reyes se dieron cuenta que la empresa desbordaba las posibilidades de un solo hombre, Colón, autorizaron el comercio en Indias a todos aquellos que desearan participar (1499), quedando reducidos los derechos de Colón a los territorios que el había descubierto. A partir de ese momento, la principal actividad económica en Indias consiste en el trueque de mercaderías por metales preciosos, actividad que resultó muy expedita porque los españoles y los indígenas tenían distinta valorización de lo económico, unos y otros sentían estar haciendo un gran negocio al cambiar oro por hachas, por ejemplo.
Los primeros por las razones ya expuestas, y los segundos porque al obtener un hacha de metal daban un salto en cuanto civilización, al pasar, en un día, de la edad de piedra a la de los metales. Esta etapa es clave en la empresa española en Indias, permitió el conocimiento geográfico e hizo posible la aclimatación biológica, la tropicalización del conquistador, y, gracias a ese comercio, permitió la subsistencia de españoles pobres y la capitalización para futuras empresas.
También hubo empresas esclavistas, en la región insular del Caribe, en la periferia de Panamá y en la actual Colombia. El despoblamiento de la región insular, por efecto de los enfrentamientos bélicos y las enfermedades, y la necesidad de mano de obra para la minería y las incipientes plantaciones de caña de azúcar y algodón, incentivó las empresas esclavistas, que resultaban incluso más rentables que el comercio de trueque.
Estas primeras empresas españolas en Indias, no implican el asentamiento estable de población. Era una economía de rapiña, los que participaban se desplazaban a un lugar para comerciar o esclavizar a los indios, para luego regresar a repartirse el botín, reservando el quinto real (20%) a la corona.
La empresa de conquista, en cambio, determinaba el asentamiento de los que iban en la empresa, fundando ciudades y permaneciendo en el territorio conquistado. Además, se trata de una empresa que se lleva a cabo mediante una capitulación, que es una especie de contrato entre el rey y el conquistador. Éste, y quienes le acompañan, al llevar a cabo la empresa cumplen una función pública, pero la financiación de la misma es privada. Normalmente, por no decir siempre, el capitán de conquista y sus compañeros contraen créditos para poder participar en ellas, endeudándose de manera increíble; de ahí que en los documentos de la época se diga que la conquista la han llevado cabo a su costa y minción. El rey, en cambio, trata de comprometer lo menos posible el patrimonio del Estado, de ahí que un cronista señale, que en la empresa española en Indias el rey sólo pone papel y buenas palabras, aludiendo a que únicamente otorga la capitulación que autoriza la empresa. A pesar de que los participantes y el capital es privado, la empresa es pública, porque quien la autoriza es el rey, y sin esa autorización, previa o posterior a la conquista, ésta carece de validez.
Una vez que se realiza la conquista de México, desaparece el interés por las Indias orientales y proliferan las capitulaciones de conquista para ocupar diferentes territorios americanos. Los más apetecidos fueron aquellos donde se sabía o se suponía que disponían de riquezas, y los con una cierta densidad demográfica indígena; los lugares pobres o desolados prácticamente no interesaban.
En el caso de la venida de Diego de Almagro a Chile (1535), la motivación se inicia a partir de rumores que atribuían al territorio de Chile una gran riqueza, lo que alimentó la imaginación de éste y sus compañeros, muy proclives a aceptar este tipo de leyendas luego de contemplar el rescate de Atahualpa y los tesoros del Cuzco. Además, Almagro estaba interesado en poseer una gobernación propia que se le había negado en la conquista del Perú. Al saber que Carlos V le concede la gobernación de Nueva Toledo, con una extensión de 200 leguas al sur de la gobernación de Nueva Castilla, otorgada con anterioridad a Francisco Pizarro, marcha a Chile a tomar posesión de la gobernación.


Luego de un breve regreso al Perú, para luchar por el rey en las guerras civiles que allí se desarrollaban, Valdivia vuelve a Chile en 1549 e inicia la expansión de la Conquista al sur del territorio. En Perú, el licenciado La Gasca le había confirmado el nombramiento de gobernador que le había otorgado el cabildo de Santiago en 1541, precisándole que los límites de su gobernación se extendían desde Copiapó hasta el grado 41. El viaje al Perú también le permitió obtener unos 300 hombres y créditos para expandir la conquista. Con este respaldo entre 1550 y 1553 funda Concepción, Imperial, Villarrica y Angol, además de los fuertes de Arauco, Tucapel y Purén. Se supone que en este proceso de ocupación del territorio Valdivia habría llegado hasta el canal de Chacao. Por esos mismos años, sus tenientes Francisco de Villagra y Francisco de Aguirre tomaron posesión de algunos territorios en Tucumán y Cuyo. Mientras cumplía el cometido de expandir la conquista, Valdivia muere en la batalla de Tucapel (1553).
Su sucesor, García Hurtado de Mendoza, continua su obra, fundando Osorno, enviando una expedición al estrecho y consolidando el asentamiento en Tucumán y Cuyo. Teniendo en cuenta esta gestión, la mayoría de los historiadores afirman que el año 1561 marca el fin de la Conquista. Sergio Villalobos, en cambio, lo sitúa el año 1598 (desastre de Curalaba), mientras Francisco A. Encina lo establece en 1612 (fin de la guerra defensiva).